jueves, 3 de diciembre de 2009

Podría ser peor



Y además de perder 1 hora, 23 minutos y 40 segundos en un tren averiado, podría tener que contarlo o quejarme- algo que sin duda parece ayudarles a muchos-. Podría tener frío, calor, sed o hambre cuando lo único que tengo es sueño. Podría tener que coger un avión o un tren a cualquier otro lugar. Podría ser una puta impaciente, como siempre. Podría tener prisa por llegar y lanzarme a desmenuzar un plan genial. Podría no tenerlo y estar segura de que de una u otra manera alguien llamaría para proponérmelo. Podría haber tirado el billete de ida o perdido el de vuelta. Podría tener a alguien contra el que descargar mi impotencia con alguna mala respuesta, como los del 8D y 8C. Podría haberme tocado una compañera de asiento todavía más impertinente. Podría no tener vacaciones la semana que viene. Podría no llevar gloss encima y tener los labios cortados. Podría estar lloviendo y yo con sandalias. Podría no tener cobertura. Podría ser de las que se aburren todo el tiempo. Podría tener amigos a los que no le gustaran los cócteles. Podría tener una resaca aún más intensa. Podría tener algo extremadamente importante que hacer. Podría no tener un plan B. Podría tener a alguien esperando en un anden y agotando la batería de mi móvil a base de sms. Podría no saber lo que sé. Podría haber sido mucho peor.

martes, 9 de junio de 2009

Esperando



Todo…nada…un poco…venga bah..algo…la cuestión es esperar. A que nos pase algo mejor, o peor, o que simplemente nos pase. Cuando alguien realmente espera, el quién o el qué no es lo importante. El estado es “waiting”, como una especie de loading en una conexión interminable que no acaba de cargar. Como un “me fumo uno y si no viene me piro”. Como un “dijo que llamaba y seguramente se habrá quedado sin batería”. El protagonista. El “yo” es uno mismo y no vayamos a quitarle el mérito.

Porque uno es paciente, hasta un punto que nunca pensó que fuera a serlo. Porque uno acaba viviendo la espera como algo casi más vivo que lo que le espera. Porque cuando uno está ahí, si realmente está ahí, espera más de lo que a menudo recibe. En formatos diferentes. En formatos entrecortados. En formatos simulados, concebidos y a menudo, anteriormente vividos. Pero, en resumen, uno no puede evitar seguir esperando. Porque somos seres de costumbres y aunque nos cueste ceñirnos a la norma a todos nos gusta ser la excepción, o al menos intentarlo.

Hoy me gustaría esperar nada. Simplemente dejar que los segundos fueran cayendo sin sentir que mi vida se precipita hacia un lugar sin destino. Estar sin ser. Ser y estar. Uno. Yo. El mismo de siempre. La misma cara. Los mismos gestos. Por una vez sincero. Relajado. No inquieto. Simplemente ser.

miércoles, 13 de mayo de 2009

The Neon Club



El lugar perfecto para encontrarse y perderse a la vez. Un espacio que a veces existía sólo en la memoria de unos pocos. Y en la retina de muchos, tal vez demasiados. A las en punto sonaba siempre el mismo tema. Siempre del último trabajo del primer desgraciado que se aventuraba a cruzar el umbral. "He venido a hablar de mi libro", soltaba mientras nadie parecía escuchar. El éxito, la fama, todo acababa ahogado en unas cuantas copas sin nombre, en unas cuantas caras sin alma. El tiempo -inexorable, como el de Manrique- , cobraba forma de reloj de muñeca parado hacía bastantes horas ya. Minutos gastados y malgastados durante tal vez demasiadas noches. Pero así era el Neon. Brillante, vibrante, perfecto... casi como el primer día. Pendiente de todos aquellos que quisieran mirar, de todos aquellos que se atrevieran a traspasar la parte más oscura del día, que siempre era uno, el mismo, repetido durante las 24 horas que año tras año aguantaba en pie como si nada. Como si nadie.

miércoles, 15 de abril de 2009

Friday 14



Debió ser alguien tan supersticioso como yo con la única diferencia de que a él (o a ella) le hicieron caso. Me pregunto cómo conseguiría que algunos edificios omitan la planta 13 ó que compañías como Iberia salten directamente de la fila 12 a la 14 en sus aviones. Seguramente no debió ser tan fácil como decir “oiga que el 13 me da mal rollo, por favor que se lo salten”.

Fuera quien fuese algo de mano debía tener. Me pregunto qué temería. Si las mismas cosas que yo o diferentes.Si también se encontraría perdido en la oscuridad. Aterrado ante la posibilidad de cometer los mismos errores, una y otra vez. Bloqueado en el límite de una vida plana. Asustado ante el roce del dolor.

Vaya, ahora resulta que voy a tener que tratarme. Sin saberlo puede que esté empezando a padecer los síntomas de la Triscaidecafobia, según la wikipedia, “el miedo irracional al número 13”. Última cena, vikingos, templarios…qué más da. Hoy al menos tengo un número en el que encerrar todos mis miedos. Un número al que echarle la culpa de mis fracasos. Un número que saltarme y al que le quedan, afortunadamente muy pocas horas de vida.


miércoles, 25 de febrero de 2009

Auuuuuuuuuuuuuuuuuuuu



384.400 Km de interrogantes los separaban en una noche que caía a pulso sobre los dos.

Ella, distante y fría, se mostraba más real que nunca, como recién estrenada, mientras observaba todo y a todos.
Él caminaba ausente totalmente ajeno al influjo de su mirada. Sin embargo ella le perseguía en cada paso. Era parte de esa sombra de la que él no lograría desprenderse nunca aunque quisiera.

Dio un ultimo paso, paró en seco y la miró. La miró como quien de repente se contempla en un espejo y siente no reconocerse. Como quien mira un suelo tantas veces recorrido y repara sin saber por qué en el diseño de las losetas.

Quiso ser otro sin cambiar de piel. Transformarse en algo diferente, despiadado, casi violento, algo que pudiera ser el contenedor perfecto a esa impotencia que sentía, tal vez, demasiado a menudo. Gritar, aullar, sacar su peor cara y tener además la justificación para ello. Quería ser abatido por 1 ó 1.000 balas de plata si así lograra calmar su rabia.

No dijo nada pero una vez más volvió a dejarle sin habla. Algo lo revolvió por dentro. Estaba ahí, casi podía tocarla, tan cercana y a la vez totalmente inalcanzable. Tal vez por eso le gustaba tanto, porque nunca podría tenerla.

Apagó su cigarrillo pisándolo a conciencia y continuó su camino. Su vida, menguante como ella, le esperaba. Esa noche saldría a su encuentro.